Escrito por Alfredo García Fernández y publicado por Ediciones Península en noviembre del 2022.
Pues sí, otra vez mas que no conocía al autor, pero que conste que es porque no sigo mucho las redes sociales y por tanto tampoco sabía quién era @OperadorNuclear, ni me había leído su anterior libro: "La energía nuclear salvará el mundo". Es ingeniero técnico de telecomunicaciones y tiene licencia de operador y supervisor otorgada por el Consejo de Seguridad Nuclear. Reconozco que me entraron ganas de leer el libro cuando me leí el artículo del periódico al que he puesto un link, así que me lo compré, me lo leí y ahora lo estoy comentando.
El libro trata de aclararnos un poco las ideas sobre lo que está detrás del hecho de dar a un interruptor y encender una bombilla. De todos los países involucrados (y sus estrategias energéticas), de los recursos naturales (y de los países que los tienen y de los países que los quieren) y de las distintas políticas internacionales relativas a la reducción del CO2 que enviamos a la atmósfera al producir la electricidad a la que estamos tan acostumbrados.
Como el autor dice: "Comencé la redacción de estas páginas mientras Rusia invadía Ucrania, en febrero de 2022, y la acabé al mismo tiempo que Argelia rompía relaciones diplomáticas con España". Ahí es nada la que tenemos liada a nivel internacional con la energía que consumimos.
Narra de forma bastante divulgativa (sin entrar a fondo en cuestiones atómicas) cómo nos estamos planteando el objetivo de emisiones cero (de CO2) y el mix energético que estamos usando en España, Europa y el resto del mundo. Está claro que es partidario del uso de la energía nuclear para la generación eléctrica, y yo siempre lo he sido, así que le tengo que dar toda la razón, aunque a lo mejor mi punto de vista está sesgado. Yo creo que no, pero lo aviso por si acaso.
Comenta cosas que ya deberíamos saber, como lo que es la fusión nuclear y el experimento ITER, pero también otras de las que yo no tenía ni idea, como lo que es la captura de CO2 (y su posible transformación en productos químicos o almacenaje bajo tierra), lo que son las centrales nucleares de tercera y cuarta generación, lo que son los reactores modulares (SMR), lo que son las partículas TRISO, lo que son los reactores de sales fundidas (MSR), etc, etc.
Está narrado de una forma muy amena y con muchas referencias interesantes, como una a un informe de OIEA (advances in small modular reactor technology developments), otra a una publicación de Carl Sagan: "El frío y las tinieblas: el mundo tras la guerra nuclear" (que no me he leído y que no tengo, así que ya tengo otro en la lista), y muchas frases curiosas, como una de Arthur Schopenhauer con la que no puedo estas más de acuerdo: "La salud no lo es todo, pero sin ella, todo lo demás es nada".
Resumiendo, un libro que merece la pena leer, de sólo 293 páginas, que nos deja claras muchas cosas sobre lo que está haciendo cada país al respecto de la energía y cómo eso afecta al resto del mundo.
Como siempre, copio un trocito:
" ... se trata de lo que llamamos el "factor de carga". Créeme, es tan sencillo explicarlo como entenderlo. Imagínate que contases con una fuente de energía que funcionara siempre al 100% de potencia, que no estuviera expuesta a ningún tipo de variabilidad y que no tuviera que parar en ningún momento. En este caso, esta energía tendría un factor de carga del 100%. Con las energías variables -como es el caso de la eólica o la solar, por ejemplo-, el factor de carga desciende de forma considerable debido a que el sol no brilla por las noches, no siempre tiene el mismo ángulo de incidencia y, en ocasiones, se oculta tras las nubes, algo similar ocurre con el viento, que todos sabemos que no es constante. De hecho, la energía solar fotovoltaica tiene un factor de carga del 22% y la eólica del 32%. Sin embargo, por contraste, la energía nuclear alcanzó en EEUU en 2019 un valor récord del 94%. Seguro que ante esta cifra es fácil preguntarse: ¿por qué no es del 100%, si la energía nuclear no depende de la meteorología? Bien, pues porque las centrales nucleares deben parar en torno a un mes cada cierto tiempo, habitualmente cada 18 meses, para recargar el combustible y realizar el mantenimiento que no se puede llevar a cabo en funcionamiento. Además, los ciclos termodinámicos de las turbinas pierden algo de rendimiento en verano, cuando la refrigeración es peor ..."
Clasificación:
Facilidad de lectura: 1 (claramente es un divulgador)
Opinión: 4