Escrito por Leo Lederman y editado por Editorial Crítica (colección Drakontos) en 1996.
Como supongo que habréis sospechado con el título del libro, éste habla de la búsqueda del bosón de Higgs (recordemos que, resumiendo, en física, las partículas elementales son ferminones o bosones, y que los bosones, al margen de no cumplir el principio de exclusión de Pauli (dos fermiones idénticos y con la misma orientación no pueden ocupar simultáneamente el mismo lugar en el espacio), son los transmisores de las distintas fuerzas). El supuesto bosón de Higgs (que es el culpable de que se haya construido el LHC en el CERN) sería el responsable de dotar de masa al resto de partículas.
El libro está escrito de una forma muy curiosa y entretenida (basta con decir que comienza y termina con una "conversación" entre Demócrito y Lederman).
Leo Lederman es un físico experimental y es muy curioso leer el libro y ver cómo piensan y desarrollan los posibles experimentos para demostrar teorías físicas. Por no alargarme mucho, resumiré que en el libro, se dedica a explicar (muy claramente) qué es un acelerador de partículas, por qué nos gastamos tanto dinero en construirlos y qué estamos buscando exactamente cuando hacemos colisionar dos haces de partículas.
Explica todo desde el principio y va detallando perfectamente la secuencia que nos lleva hasta los resultados actuales del LHC (aunque de éstos no puede decir nada porque el libro se escribió en 1993). Habla un poco de todo, pero desde un punto de vista más experimental que teórico, lo cual hace que sea un libro que merece la pena leer, para ver las cosas desde otro punto de vista, que además está lleno de sentido del humor.
Copio un trocito:
"El único riesgo que de verdad corre un teórico es el de pincharse a sí mismo con el lápiz cuando ataca a un gazapo que se ha colado en sus cálculos. Mi actitud hacia los teóricos es una mezcla de envidia y temor, pero también de respeto y afecto. Los teóricos escriben todos los libros científicos de divulgación : Heinz Pagels, Frank Wilczek, Stephen Hawking, Richard Feynman y demás. ¿Y por qué no? Tienen tanto tiempo libre. Los teóricos suelen ser arrogantes. Durante mi reinado en el Fermilab hice una solemne advertencia contra la arrogancia a nuestro grupo teórico. Al menos uno de ellos me tomó en serio. Nunca olvidaré la oración que se oía salir de su despacho: "Señor, perdóname por el pecado de la arrogancia, y, Señor, por arrogancia entiendo lo siguiente ...".
Clasificación:
Facilidad de lectura: 1
Opinión: 5 (hasta le mandé un email dándole las gracias por haber escrito el libro).