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miércoles, 20 de enero de 2021

Hasta el final del tiempo











Escrito por Brian Greene y publicado por editorial Crítica dentro de la colección Drakontos en 2020.

Al autor, por raro que parezca, ya lo conocía de antes. De hecho lo de leerme este libro nada más salir ha sido porque acababa de leerme otro de él de hacía ya unos años (éste) y quería tener frescas las ideas que tenía entonces para ver la evolución. Pero de él me había leído ya otros dos (1, 2), así que sí, esta vez conocía al autor y es un muy buen divulgador científico.

El subtítulo indica el contenido del libro de una forma mejor de la que pudiese decir yo, así que lo copio tal cual: "mente, materia y nuestra búsqueda de significado en un universo en evolución", pero además, en la página 17 hace otro resumen bastante bueno: "... aquí en la Tierra hemos salpicado nuestro instante con asombrosas proezas de conocimiento, creatividad e ingenio cada vez que una generación se erguía sobre los logros de quienes los precedieron, intentando clarificar cómo había llegado a ser todo, buscando coherencia en el destino que aguarda a todo y ansiando una respuesta sobre el significado de todo ello. Ese es el relato que cuenta este libro."

El libro, como todos los que escribe el autor, está explicado de forma muy sencilla, aunque los conceptos de los que hable sean complejos, como cuando habla de la entropía, de la que nos da una regla para verla rápidamente: "con menos moléculas, menor temperatura o un volumen menor, la entropía es también menor. Más moléculas, mayor temperatura o un volumen mayor, mayor entropía". También nos hace ver un matiz sobre la famosa segunda ley de la termodinámica: "la segunda ley no es una ley en el sentido tradicional, pues no prohíbe taxativamente que la entropía se reduzca, sino que declara, simplemente, que la reducción es improbable". Relativo a la entropía detalla un motón de cosas, como por ejemplo, que la fuerza nuclear, en tándem con la gravedad, es la fuente del combustible de baja entropía que alimenta la vida. También nos indica que "la entropía total de un agujero negro viene dada por el área de su horizonte de sucesos" (medida en unidades de Planck).

Detalla algunas frases muy buenas, como una de W. Pauli: "no me molesta que pienses despacio, sino que publiques más rápido de lo que piensas" (era bastante cáustico). Pero no sólo habla de temas de física, aunque sean el principal objeto de interés del libro, como cuando nos indica lo que se entiende por "grupo de renormalización". También habla de la "teoría de la información integrada" (Tononi-Koch), de los componentes celulares de los seres vivos, y da algunos detalles curiosos a ese nivel, como que "todos los seres vivos codifican las instrucciones para fabricar las proteínas del mismo modo". También hay cosas muy curiosas de las que yo, personalmente, no había oído hablar, como los "cerebros de Boltzmann".

El penúltimo capitulo lo dedica a ver lo que podrían ser los posibles distintos futuros (a nivel existencial) a los que se enfrenta el universo (y con él la vida, humana o de otra forma). De él no voy a comentar nada, porque merece la pena leerlo.

Resumiendo, un libro de 379 páginas (más las notas finales algo más técnicas) que se lee de forma muy rápida y amena (con un par de errores de transcripción).

Como siempre, copio un trocito (un poco más largo de lo habitual, pero es que no tiene sentido dejarlo a medias):

"Tras meses de meticulosos análisis, de reiterada comprobación de los detalles de la supuesta perturbación gravitatoria, los investigadores anunciaron por fin que una onda gravitatoria había pasado por la Tierra. Y lo que es más,  mediante un análisis preciso de la señal y comparándola con los resultados de simulaciones con supercomputadoras de las ondas gravitatorias que cabía esperar de diversos acontecimientos astronómicos, los científicos consiguieron, mediante una suerte de ingeniería inversa, determinar la procedencia de la señal. Su conclusión fue que hace 1.300 millones de años, cuando la vida pluricelular comenzaba a diversificarse den la Tierra, dos lejanos agujeros negros que orbitaban el uno en torno al otro cada vez más cerca y más deprisa, acercándose a la velocidad de la luz, acabaron chocando en un último frenesí orbital. Aquella colisión generó una onda gigantesca en el espacio, un tsunami gravitatorio de tal magnitud que su potencia superó la producida por todas las estrellas de todas las galaxias del universo observable. La onda se expandió a la velocidad de la luz en todas las direcciones, también hacia la Tierra, menguando su potencia a medida que se extendía sobre un espacio cada vez más amplio. Hace cien mil años, cuando los humanos migraban fuera de la sabana africana, la onda atravesó el halo de materia oscura que envuelve la galaxia de la Vía Láctea y siguió su imparable carrera. Hace cien años, pasó por el cúmulo estelar de las Híades y, mientras lo hacía, un miembro de nuestra especia, Albert Einstein, comenzaba a pensar en las ondas gravitatorias y escribía los primeros artículos sobre esa posibilidad. Hace unos cincuenta años, mientras la onda seguía su carrera, otros investigadores proponían con aplomo que esas ondas podían detectarse y comenzaban a diseñar y planificar un instrumento que pudiera hacerlo. Y cuando la onda se encontraba a tan solo dos días luz de la Tierra, los más avanzados de esos detectores acababan de ser actualizados y quedaban listos para funcionar. Tan solo dos días después, esos dos detectores se agitaron durante doscientos milisegundos, recogiendo datos que permitieron a los científicos reconstruir la historia que acabo de contar. Por este logro, los líderes del equipo, Ray Weiss, Barry Barish y Kip Thorne, fueron galardonados con el premio nobel en 2017".


Clasificación:

Facilidad de lectura: 1

Opinión: 4

miércoles, 17 de junio de 2020

Dédalo e Ícaro




















Publicados los originales en 1923, yo tengo una edición de los dos libros en uno sólo, del 2005 de krkediciones.com dentro de la colección "pensamiento".

Reconozco mi incultura, porque cuando lo vi pensé que era un libro escrito entre los dos autores, y resulta que un libro lo escribió el bioquímico John B.S.Haldane: "Dédalo o la ciencia y el futuro", mostrando optimismo sobre el futuro, y rápidamente le contestó el filósofo y matemático Bertrand Russell con su obra: "Ícaro o el futuro de la ciencia", dando una visión bastante menos optimista sobre lo que nos espera. De Bertrand Russell tengo otro libro pendiente de leerme: "Introducción a la filosofía matemática", todo un clásico del que tengo un ejemplar de 1945.

La edición que tengo, tiene una introducción muy buena de Carlos López Otín, que además nos sitúa un poco al darnos datos de la vida de los dos autores.

Los dos libros intentan darnos una visión del posible futuro desde la perspectiva de dos científicos (aunque Russell se llevase el premio Nobel de literatura de 1950), ambos pacifistas y ambos de izquierdas, aunque uno tiraba más hacia la URSS que el otro (por mucho que luego renegase de los métodos rusos). Como las ideologías políticas eran similares, algunas de las ideas sobre el futuro se desarrollan de forma parecida, aunque acaban de maneras muy distintas (el caos aplicado al futuro, jeje). En sus elucubraciones hacen referencias a multitud de autores y comentan algunas de las ideas que tuvieron otros sobre el futuro que se acercaba (y que en mucho casos ya había quedado atrás). Por ejemplo, Haldane comenta que H.G.Wells en 1902 en su libro Anticipations expresó su opinión de que en 1950 habría máquinas voladoras más pesadas que el aire que podrían tener un uso práctico en la guerra (y ocurrió unos cuantos años antes incluso). Habla de que si la hipótesis de los quanta llega a adaptarse, aún serán necesarias alteraciones de nuestro pensamiento más radicales (como finalmente ocurrió y nos volvimos todos locos con la mecánica cuántica). Comenta que el descubridor físico o químico es siempre un Prometeo (no ha habido invención alguna desde el fuego al volar, que no haya sido recibida como un insulto a algún dios), Da algún dato curioso de su época, como que la edad media de vida (sin contar la guerra) era de cuarenta años. Por su parte Russell dice bastantes cosas con lo que estoy totalmente de acuerdo, como que: "cuando llegue ese momento, tendremos las emociones que deseen nuestros gobernantes y el principal cometido de la educación elemental será producir la disposición deseada" (¿os suena de algo con lo que está pasando en muchos países?).

Por resumir, dos libros con un total de 132 páginas (en versión de bolsillo) sin ninguna fórmula matemática, que se leen en un tarde (y esta vez no exagero, que es lo que he hecho yo) y que merece la pena leer.

Esta vez, voy a copiar dos trocitos, uno de cada autor:
De Haldane:
"Para resumir, la ciencia está hasta ahora enredada en sus cosas y podemos predecir poco del futuro, excepto que la cosa que no ha sido es la cosa que será; que no hay creencias, valores o instituciones que sean seguros. Lejos de ser un fenómeno aislado, la última guerra es sólo un ejemplo de los destructores resultados que pueden esperarse constantemente del progreso de la ciencia. El futuro no será un camino de rosas."

De Russell:
"Hay quienes creen que tenemos nuestras viviendas demasiado caldeadas para la salud, otros que demasiado frías.  Si fuera una cuestión política, un partido sostendría que la mejor temperatura es el cero absoluto, otro que el punto de fusión del hierro. Quienes mantuvieran cualquier posición intermedia serían motejados de timoratos oportunistas, agentes camuflados del otro bando o personas que destrozan el entusiasmo por una causa sagrada con tibias llamadas a la mera razón. Quienquiera que tuviese el valor de decir que nuestras viviendas no deberían estar ni demasiado calientes ni demasiado frías sería vituperado por ambas partes y probablemente arrojado a tierra de nadie. Acaso algún día la política se haga más racional, pero no hay por ahora el más leve signo de cambio en esa dirección". (y yo anoto: eso sí que es ver el futuro).

Clasificación:
Facilidad de lectura: 1
Opinión: 4-5